lunes, setiembre 17, 2007

Pena

Qué pena que el Ministro de Salud haya mostrado una increíble indolencia y cinismo al decir que el terremoto demostraba que Dios estaba de su lado en el conflicto con los médicos en huelga. Una declaración así merecería el repudio general, pero casi nadie la ha mencionado (yo la escuché en vivo y luego pensé que la había soñado hasta que Susana Villarán también la recordó). Probablemente la actitud revanchista del funcionario colaboró mucho en la demora del dirigente de los médicos en admitir un levantamiento total de la huelga (iniciamente insistía en que sólo en casos urgentes en la zona de desastre se invocaría a los doctores a retornar a sus puestos).

Qué pena que la "mano invisible" del mercado sea la más sagrada ley de nuestro país. Tanto que no haya cómo evitar que un aumento en la demanda (de pasajes para viajar, de alimentos, de agua, etc.) conlleve el mismo aumento en el precio si se da en circunstancias normales o debido a una emergencia. Las empresas -cuya única finalidad es maximizar su beneficio económico- no harán distinción entre uno y otro caso. Si son muchas las personas que necesitan viajar, la empresa subirá sus precios. Alguien debería evitarlo, pero probablemente en la Constitución que nos dejó Fujimori esté estipulado que no se puede intervenir en el libre mercado que se encarga de esas cosas. Da mucha pena que haya quienes se aprovechan de la desgracia ajena, pero más pena da que el orden legal esté hecho de tal manera que eso sea casi casi inevitable.

Qué pena que el proceso de reconstrucción se esté enfocando como un gran negocio para ciertas grandes empresas (sobre todo las de construcción y materiales). Favre, Kuczinsky y compañía no sólo presentan una trayectoria muy cuestionable moralmente, sino que su principal interés profesional siempre ha sido el de favorecer a alguna empresa o corporación. Sospecho tristemente que la campaña mediática "antiadobe" estuvo dirigida a preparar el terreno para los fabricantes de ladrillos, cemento, etc. ¿Por qué no se habló de los proyectos de la PUCP y otras instituciones sobre viviendas antisísmicas de adobe o de otros materiales baratos y mejor adaptados a los entornos locales? ¿No sería mejor impulsar esas iniciativas y no la ladrillería? Qué pena, por otro lado, que se confirme el centralismo ninguneando a los gobiernos regionales y locales.

Qué pena que la lenta, personalista y autoritaria actuación del Presidente haya sido recompensada con una subida en su aprobación según encuestas (posiblemente el mejor premio que podía haber esperado). Qué pena también que el Congreso haya subido su aprobación por haber puesto a su gente a embalar donaciones. Ni les correspondía ni ayuda en nada que lo hagan. Se juega para la tribuna y una parte de la tribuna hace olas alegremente.

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