martes, agosto 29, 2006

No nos escuchamos

Las elecciones nos dijeron una cosa sobre las expectativas de la gente y el gobierno que subió al poder mediante ellas actúa de manera opuesta a estas expectativas. Desde 1990 en Perú los gobernantes electos articulan durante la campaña un discurso popular y luego gobiernan sólo para los grupos transnacionales de mayor poder (el caso de García 1995-1990 y su relación de amor-odio con los llamados "doce apóstoles" fue bastante más complejo que eso). Como hace notar Nelson Manrique en una columna de Peru21, cuestiones que el presidente ofreció revisar ahora quedan como hechos consumados:

El encargo hecho a Hernando de Soto, para que consiga que el Congreso de los EE.UU. apruebe el TLC con el Perú, ha servido para zanjar dos cuestiones que hasta aquí se prestaban al debate. En primer lugar, el TLC va a beneficiar a una muy pequeña minoría de peruanos: apenas un 2% de los empresarios. La afirmación de De Soto, de que va a excluir al 98% restante, no ha sido objetada por nadie, ni dentro, ni fuera del gobierno. En segundo lugar, no va a haber ninguna modificación del TLC: ni las compensaciones, ni la supuesta renegociación, con que el presidente García justificó el abandono de su posición inicial de proponer un referéndum para debatirlo y de desconocer, si era necesario, la firma del presidente Toledo. En las precisas palabras de Hernando de Soto, al TLC no se le va a tocar ni un pelo. El TLC queda y no hay debate, para frustración de las llamas y alpacas cuya opinión no va a tomarse en cuenta.


Y lo que ocurre es, simplemente, que en el Perú no existen formas regulares de escuchar la opinión de las mayorías, ni voluntad para tomarlas en cuenta. Los medios de comunicación expresan libremente la opinión de sus dueños y otras élites. Los congresistas no cumplen ninguna función de representatividad respecto a sus electores. Los partidos no tienen mecanismos de articulación para hacerse voceros de sus militantes. Se han hecho casi imposibles las asociaciones laborales o sindicatos. Etc. En un escenario así, sólo sabemos lo que piensa la gente cuando hay elecciones. Y como no estamos acostumbrados a ver eso, no lo entendemos, nos parece peligroso, y pronto empezamos a pedir que mejor no voten, que, como decía Luis Abanto Morales, se queden en la puna arando la tierra y pastando sus llamas...

Este domingo, Mirko Lauer publicó un editorial muy acertado y bien escrito sobre este silencio impuesto a las mayorías. Lo copio casi entero:

Desde las elecciones pasadas los días vienen colmados de una novedosa, y es probable que en una mayoría de casos sincera, preocupación por los más necesitados. Lo que no se escucha por ningún lado es la voz de esos pobres. La votación llamada antisistema permitió advertirlos por un instante, a través del opaco tímpano de la estadística. Pero luego volvieron a ser el mismo Perú silencioso de siempre.
(...)
Algunos creen que esos compatriotas le hablarán al país recién cuando dejen la pobreza. Otros que su voz está en las protestas radicales, que transmiten todas en el fondo un mismo mensaje: es muy desesperante y costoso ser pobre. Luego hay quienes ven ese profundo silencio en lo nacional como la vibración de una depresión profunda que quiere, como pedía el básico Manuel Odría, hechos y no palabras.

Están, claro, las movilizaciones de los pobres con reclamos claros como el agua. Pero sin una voz nacional al lado ellas no hacen sino aguzar la sordera del orden establecido. Está demostrado que sin una articulación, es decir un discurso que las abarque a todas, ellas no acumulan presencia. Al contrario, paradójicamente dispersan a quienes tienen tantos urgentes intereses en común.

El país que no es pobre tiende a ser unitario. Sus integrantes se encuentran, en los varios sentidos de la palabra, en los medios, en los partidos, en las instituciones. Solo las iglesias, y no todas, pueden reclamar ser lugares de encuentro para los desposeídos. Las iglesias y la música, que es elocuente pero que no estructura los discursos coyunturales que se necesita.

Quienes ahora se disponen a acercarse a los pobres con recursos y propuestas podrían ver maneras de que esos pobres se expresen frente al país. En cierta medida la CVR lo logró para algunos, y eso explica parte del escándalo causado. Ahora se precisa otra convocatoria, no de dolor sino de oportunidades. La voz del Perú silencioso nos podría transformar y enriquecer a todos.

Únicamente habría que agregar que esa voz no sólo nos puede enriquecer, sino que sin escucharla estamos perdidos. No necesariamente porque alguna vez los reclamos aislados vayan a unificarse en un gran movimiento de insurgencia. Simplemente porque en este no escucharnos unos a otros las posibilidades de hacer habitable el país se hacen cada vez más lejanas.

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