Quizás Octavio Janampa se sintió por un segundo nuevamente en alguna calle de Lima, cuando en un centro comercial de Virginia, Estados Unidos, un hombre se le acercó para entregarle una tarjeta por la cual le ofrecía compañía femenina. Sea por un arranque de nostalgia --o un simple arrebato hormonal-- Octavio discó el teléfono de la tarjeta e hizo el contacto.
Al poco tiempo, apareció una rubia muy atractiva, él le entregó el dinero y en unos segundos sus deseos de hacer realidad el sueño americano se fueron al tacho: la dichosa rubia era una agente de inmigración y nuestro indocumentado compatriota fue detenido. A estas horas debe estar lamentándose por haberse dejado llevar por el mandato de sus hormonas.
Hace pocos días, George W. Bush fue terminante: su gobierno tiene la intención de deportar a todos los inmigrantes ilegales que se encuentran en su país. Y con ese fin hará uso de todas las armas legales que tenga en sus manos, incluyendo este tipo de estratagemas para que otros Octavio, tan o más cándidos que él, caigan en las redes de los agentes de inmigración. Los indocumentados tendrán que ser más desconfiados... y no aceptar tarjetitas en las calles.
jueves, octubre 27, 2005
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada (Atom)
No hay comentarios.:
Publicar un comentario