jueves, diciembre 14, 2006

heridos de muerte por las acciones de sus mayores

Otro interesante artículo sobre las consecuencias de la muerte de Pinochet. Aunque la situación parece muy polarizada, y lo está, hay que tener cuidado y tratar de ver cuántos chilenos realmente le dan tanta importancia a este tema, sea de un lado o del otro. No creo que sean muchos, sólo que hacen mucha bulla. Como en todos lados, la gente está más interesada en vivir...


Dos rostros
Leila Gebrim Kozac

“LA MUERTE LE GANÓ a la justicia”, decía una madre emblemática de toda una familia de detenidos desaparecidos en la Plaza de la Constitución; mientras, en la Escuela Militar, el comandante en jefe del Ejército pedía que dejáramos al “bálsamo de la historia” su legado político. Difícil opción, porque ambos tienen algo de razón. Cuando uno lo ha perdido todo, lo único que espera es una reparación de su dolor y no hablo de plata, sino de justicia. Por otro lado, está un general de la República que busca encauzar a su institución al rol que le corresponde: ser parte de la patria.

Patria herida, dolida, independientemente de los treinta y tantos años recorridos. Lo visto en estos días fueron desbordes de pena, angustia, dolor, ira, miedo, que no se han ido y, lamentablemente, desde mi punto de vista, no se irán sin verdad ni justicia. Puedo entender la lealtad de los partidarios o los que compartían los ideales de Pinochet. Pero lo que no puedo aceptar es el manto de silencio que comparten cuando otros aún buscan con desesperación sepultar sus deudos. Así como no puedo aceptar que muchos pidan olvido, otros silencio, otros pasar la página. El tiempo, el señor inexorable de todo, se encargará de dar a cada cual su sitio. Por ahora, caminaremos con nuestros dolores.

Lo único que quieren ambos personajes mencionados es dar fin a su dolor. Cada quien a su manera. Lamentablemente, las circunstancias no las hacemos solos, ni yo, ni ella, ni él. Las hacemos juntos y en esto Chile ha fallado. Hasta hoy, sus heridas siguen sangrando con abundancia y así continuará mientras no haya un debate sano y sincero. Porque no se trata de minimizar y decir: son unos pocos pinochetistas o son unos pocos comunistas.

¡No! Son chilenos que tienen un profundo honor y dolor por lo que vivieron u opinan de una etapa de nuestra historia. Ahí radica todo. Es nuestra historia; sin embargo, también es la historia personal de cada uno de nosotros. ¿Quién actuó bien? ¿El nieto del general Prats que, en su desesperación, escupe el féretro del que sabe es el asesino de su abuelo o el nieto de Pinochet, que tira por la borda su carrera militar en defensa del abuelo que admira? Ese es el rostro de Chile, en toda su crudeza. Dos hombres jóvenes, hijos del mismo suelo, heridos de muerte por las acciones de sus mayores. ¿Cómo sanar esto?

Creo que sólo es posible con la verdad. Sin verdad no hay paz, no hay mañana, no hay camino. Ni la muerte ni el bálsamo son suficientes.

Cuando uno no tiene derecho a la verdad, sea ella sucia, bella, dolorosa, buena, liberadora o condenatoria, uno va por la vida manco, tuerto, porque las heridas del alma no se borran. Más dolorosas e imborrables son cuando involucran a todo un país. Así es que nos queda una gran tarea: construir la verdad en fraternidad y justicia.

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