viernes, setiembre 15, 2006

Hablando del 11-S

Hace un rato, mi amiga Adriana (a quien invité a bloguear aquí pero se negó aduciendo ignorancia informática) me pasó el artículo "La Rabia y el Orgullo", de la hoy fallecida Oriana Fallaci. Se trata de un texto acerca de los ataques del 11 de septiembre de 2001, escrito pocos días después de éstos, por lo que imagino que muchos ya lo conocen. Pero para mí fue una novedad. Fallaci se desata en falacias (je), prejuicios, generalizaciones y muestras de intolerancia etnocentrista para decirnos que la única razón por la que esto no es un choque de civilizaciones es porque el Islam no es una civilización sino algo así como un montón de loquitos fanáticos. (Aquí

En fin, esto no pretendía ser un post (y menos un ataque a una muy respetable persona que acaba de morir) sino sólo una recomendación extemporánea. La revista electrónica Letralia publicó en octubre del 2004 una respuesta a Fallaci escrita por un escritor uruguayo llamado Jorge Majfud, y titulado "La ignorancia y el rencor. El lento suicidio de occidente". Este texto termina siendo tanto una exposición entretenida y erudita de los aportes de otras culturas, como un bonito alegato por la tolerancia. Lo recomiendo. Aquí les copio el final (pero no es excusa para no leer lo que viene antes)

La lucha no es —ni debe ser— entre orientales y occidentales; la lucha es entre la intolerancia y la imposición, entre la diversidad y la uniformización, entre el respeto por el otro y su desprecio o aniquilación. Escritos como La rabia y el orgullo de Oriana Fallaci no son una defensa a la cultura occidental sino un ataque artero, un panfleto insultante contra lo mejor de Occidente. (...)

Hace unos años estuve en Estados Unidos y allí vi un hermoso mural en el edificio de las Naciones Unidas de Nueva York, si mal no recuerdo, donde aparecían representados hombres y mujeres de distintas razas y religiones (...). Más abajo, con letras doradas, se leía un mandamiento que lo enseñó Confucio en China y lo repitieron durante milenios hombres y mujeres de todo Oriente, hasta llegar a constituirse en un principio occidental: "Do unto others as you would have them do unto you". (...). No entiendo por qué habríamos de tachar este mandamiento de nuestras paredes, fundamento de cualquier democracia y de cualquier estado de derecho, fundamento de los mejores sueños de Occidente, sólo porque los otros lo han olvidado de repente. O la han cambiado por un antiguo principio bíblico que ya Cristo se encargó de abolir: "Ojo por ojo y diente por diente". Lo que en la actualidad se traduce en una inversión de la máxima confuciana, en algo así como: hazle a los otros todo lo que ellos te han hecho a ti —la conocida historia sin fin.

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